abr 27

Tristán Bauer, presidente del ente encargado de poner en marcha la televisión digital en la Argentina, explica los desafíos y cambios técnico-culturales que implica

Hiperactivo, locuaz y tan ansioso como contento. Así puede verse a Tristán Bauer por estos días. Presidente de Radio y Televisión Argentina Sociedad del Estado (RTA), el cineasta está detrás de los últimos ajustes del inminente lanzamiento de la televisión digital en el país. Un hecho “histórico y revolucionario”, dice, del que todavía no se tiene debida magnitud.

Pero más allá de la cuestión técnica, ya de por sí significativa, Bauer hace eje en el objetivo estratégico de la medida sobre la que viene trabajando desde hace varios años.

¿Cuál? Que no quede ningún ciudadano sin poder acceder al cambio tecnológico, como plataforma necesaria para fomentar la integración y la equidad en el acceso a la información y el entretenimiento. Por eso, su apuesta para que los sectores históricamente marginados de estos avances estén entre los primeros que puedan acceder a la tecnología de punta.

Y por eso, también, el celo puesto en la calidad de los contenidos, que tienen al canal Encuentro como emblema y modelo para el resto de las señales que están en gestación. Entre ellas, un canal de ciencia y tecnología; otro para niños, llamado Paka Paka; una señal dedicada al cine argentino y latinoamericano, y otra consagrada al deporte.

Cuando se habla de televisión digital se utilizan categorías como “cambio de paradigma” o conceptos como “nueva revolución”. ¿Cómo presentaría lo que el gobierno espera que pase aquí?

—La televisión digital, tanto terrestre como satelital, significa un cambio profundo, revolucionario, en la comunicación y la posibilidad de llegar con nuestras señales públicas a todo el país de manera real y concreta. Antes, estabas obligado a colocar repetidoras, y era una tarea titánica abarcar un territorio tan inmenso como el nuestro.

“Gracias a los satélites, hoy vamos dar una cobertura de alta calidad, que incluirá a las áreas de frontera y rurales. Y que te permite, sobre todo, llevar la televisión hasta lugares donde nunca llegó. Desde Buenos Aires, esto parece hasta imposible, pero es así. Hicimos las pruebas técnicas en Susques, provincia de Jujuy, con una antena receptora satelital, y era la primera vez que los niños del lugar veían un partido de fútbol. En este sentido, esto viene a cumplir viejas deudas de integración”.

El impacto potencial parece difícil de medir y hasta de imaginar.

—El impacto se va a dar en muchos sentidos. En cuanto a la televisión digital terrestre, te permite llegar con una multiplicidad de señales e imágenes de alta definición, evitando lo que ocurre hoy con la televisión libre y gratuita: que se ve mal, que tenga ruidos. Es lo que padece cotidianamente el treinta por ciento de la población del país que no tiene cable.

“También, está la televisión móvil a través de celulares, que es un capítulo aparte. Permitirá ver señales en el transporte público, en la parte de atrás del auto o caminando por la calle. ¿Se imaginan lo que puede ser mirar un partido de fútbol con un aparatito que se puede llevar en el bolsillo? En los centros urbanos, esto se va a masificar rápidamente. Por eso digo que no hay que tener un único criterio para todo el país”.

¿Cómo será el impacto en términos regionales?

—Una cosa es el habitante de la Patagonia o el rural, y otra muy distinta el urbano: los hábitos de consumo de televisión son distintos y el impacto también lo va a ser. Es muy gráfico ver la distribución de señales en el mapa del país, lo inequitativo que es. Hay bolsones gigantes donde ni siquiera hay una señal. La idea es generar un modelo mucho más justo, donde toda la población pueda acceder a la televisión libre y gratuita, para que la cosa deje de dividirse entre quienes tienen dinero y puedan ver, y quienes no tienen nada y quedan afuera de todo.

“Lo fuerte de nuestro despliegue es que va a ser a nivel nacional desde el vamos. De aquí a fin de año, por ejemplo, vamos a tener, por lo menos, 25 estaciones instaladas desde donde vamos a poder transmitir con esta tecnología”.

Con el anuncio del lanzamiento llegaron los primeros cuestionamientos. Por ejemplo, se dijo que la iniciativa no tiene sustento jurídico necesario.

—Hay dos decretos y una ley que hacen robusta la estructura legal. Después hay que mirar bien estos temas: acá se desarrolló de manera prolongada el modelo de la injusticia. Quien tiene recursos puede estar informado, puede tener divertimiento para sus hijos; y quien no tiene nada, no. Esto tuvo su origen en la pésima recepción de la televisión analógica, que se reprodujo de la misma manera en el modelo del cable, también excluyente.

“Ahora, esta tecnología viene a revertir ese modelo y a dar la posibilidad de que nuestra población, sin pagar un abono mensual, pueda ver bien una buena televisión. Está la plataforma legal y está la tecnología para eso”.

Según Henoch Aguiar, ex secretario de Comunicaciones de la Alianza, la vieja ley sólo habilita una señal estatal nacional y la nueva ley de medios prevé un esquema de consultas y audiencias públicas, que no se hicieron.

—Con las nuevas tecnologías, la realidad cambia y genera nuevas posibilidades, de modo que no podemos quedar atados a viejos esquemas. Nuestra responsabilidad, por sobre todas las cosas, es poner esa tecnología a disposición de nuestro pueblo e incluir a los más postergados en este nuevo paradigma. Y el Gobierno lo está haciendo, por ejemplo, con la distribución de tres millones de laptops para los alumnos o con este sistema de tv digital. Aun así, puedo asegurar que los instrumentos legales con los que contamos y sobre los que estamos trabajando son lo suficientemente sólidos como para avanzar en estos desarrollos.

Otro de los cuestionamientos sostiene que el Estado intenta quedarse con el “monopolio” de la televisión por cable y digital.

—El Estado tiene que cumplir con su función. Tuve la responsabilidad, la alegría y la enorme satisfacción de trabajar en la creación de un canal como Encuentro. Entonces muchos me criticaron. Decían “¿cómo puede ser que el Estado gaste dinero público en otra señal de televisión?”.

“Hoy, sólo recibo agradecimiento y un solo reclamo: que se vea por aire. Ahora, gracias a esta tecnología, se va convertir en una señal de aire. Cualquier ciudadano va a poder encender su televisión y tener Encuentro. Lo mismo va a pasar con la señal de niños que está en gestación. Cuando se analizan los canales para niños existentes, se ve que el 85 por ciento de los contenidos es extranjero. Para nosotros, es fundamental que nuestros artistas y nuestros niños expresen su particular manera de mirar el mundo”.

El lugar común, hasta aquí, es que eso tiene que hacerlo el sector privado, como si fuese su coto exclusivo.

—Pero, de hecho, nunca lo hizo. El sector privado generó la televisión que tenemos; y el Estado tiene otra responsabilidad. La televisión cumple un rol central en las sociedades de hoy, puede ser un instrumento de estupidizació n del ser humano, para dejarlo sometido y transformarlo en un consumidor embobado, pero también puede ser un despertador y un movilizador de conciencias extraordinario.

“Cada minuto de nuestras pantallas tiene que ser un momento de creación de un imaginario nuevo que corra el velo y que empiece a mostrar y recrear la realidad desde otro punto de vista distinto”.

¿Esto significa el fin de la televisión por cable, como se dice?

—Cuando apareció la televisión por cable, se dijo que venía para terminar con la televisión por aire. Hoy la tendencia parece revertirse. La tecnología tiene estas cosas, y también abre campos nuevos. Actualmente, el treinta por ciento de los argentinos que está viendo televisión mal, la va a ver bien. Y eso me llena de felicidad. Seguramente, un porcentaje de quienes hoy tienen cable dejará de pagarlo, porque le interesará nuestra propuesta. Pero también es cierto que, en el cable o en el pay per view, se abrirá una serie de posibilidades nuevas, que van a habilitar otros esquemas de negocios.

También se dijo que este sistema terminará de ahogar a los cableros del interior, que habrá una competencia desleal con las pequeñas empresas de televisión por cable. ¿Qué responde?

—Nosotros hacemos todo pensando en los sectores de menores recursos económicos. Quienes tengan mayores recursos, se pueden quedar en el cable. Al mismo tiempo, el cable va a empezar a ofrecer otros productos que hoy no ofrece. Lo que hay detrás es otra cosa: muchos querrían que la realidad actual se perpetuara. Pero la realidad es dinámica, las sociedades cambian y éste es un cambio para mejor.

Sí es cierto que esto tendrá un impacto en las empresas más concentradas de cable a nivel nacional, con una tendencia a la desmonopolización que parece inevitable.

—Acá hay un nuevo elemento en juego: el Estado asumió la responsabilidad de utilizar la televisión para informar, para educar, para comunicar. La Televisión Pública, por ejemplo, hasta hace cuatro años trabajaba con las cámaras de 1978, con las que había comenzado a transmitir en colores. Tenía un atraso tecnológico tremendo. Se le había dado, al igual que a la educación o a la salud, el rol de tacho de basura. Bueno, los tiempos cambiaron.

“Hoy, el Estado es uno de los motores fundamentales de la sociedad y el modelo de televisión que estamos generando es el de Encuentro, el del actual Canal 7, que tiene que ver con la diversidad. Las nominaciones al Martín Fierro hablan de eso. Cuando al Estado se lo quiere hacer desaparecer ocurre lo que ocurrió siempre: los sectores más vulnerables quedan fuera del sistema. Ahora vamos a integrarlos.

La cuestión de los contenidos, probablemente marque el corte entre quienes quieran quedarse en el cable y quienes no.

—Yo vengo de ahí, de los contenidos. Mi profesión es director de cine, y más que todo esto que venimos hablando hasta ahora, acerca de cómo llegar, lo importante es con qué llegar y para qué. Ése es el desafío enorme que tenemos por delante, que también está vinculado con lo tecnológico. Ahora, no solamente con los sistemas de transmisiones, sino también con el sistema de producción se va a dar un cambio extraordinario.

“Cuando estudiaba cine no existía el video; hoy, treinta años después, hay cámaras de video de alta definición y centros de posproducción de imagen y sonido con una capacidad casi mágica y a un costo muy accesible. Esto, combinado con los más de 16 mil estudiantes de cine, más los comunicadores sociales que se formaron en estos años, si se administra bien, va a posibilitar que aparezca una nueva forma de producir y muchas nuevas voces.

Más allá de la pertinencia del avance objetivo que esto significa, se hace difícil no inscribir esta política dentro de la lógica de enfrentamiento con el Grupo Clarín.

—Acá hay una decisión política que genera en otros confrontación, enfrentamiento. No es al revés. La televisión analógica pronto va a desaparecer. En España ya se dio y nadie dijo que había que mantener todo como estaba. Ahora, sí pienso que nuestro deporte nacional, el fútbol, tiene que estar disponible para todos. Era una cosa aberrante que quien pudiera pagar mucho viera bien a su equipo, que quien pudiera pagar un poco viera la tribuna y que quien no pudiese pagar nada sólo pudiese ver los goles el domingo por la noche. Eso se terminó con esto.

“¿Genera confrontación? Sí, porque se tocaron intereses económicos. Es mejor así, como creo que es mejor que exista un canal como Encuentro, o que exista un canal de cine para darles más trabajo a nuestros artistas”.

Se lo pregunto porque algunos hablaron de la televisión digital como “la batalla final” en la disputa con el Grupo (Clarín).

—La última película que hice fue bélica —Iluminados por el fuego—. Así que estudié mucho el tema militar, pero yo no soy belicista. Ésta no es una batalla, sino la construcción de un nuevo modelo y, finalmente, de una nueva sociedad. La confrontación no aparece por arte de magia ni porque seamos confrontativos. Acá hay intereses encontrados y, claro, quienes tienen el monopolio y se aferraron a una ley con puños de acero, quieren perpetuar el modelo que hoy tenemos. Por supuesto que lo van a defender. Claro, a menos que sean patriotas. Pero como no lo son, porque en ellos prima la tremenda codicia, van a hacer todo lo posible para no perder sus privilegios.

La televisión pública y 6,7,8

Con esta política comunicacional, han reaparecido los cuestionamientos al uso que el Gobierno hace de los medios públicos y las discusiones sobre lo público, lo estatal y lo gubernamental.

—Primero, vivimos en democracia y hay una cosa que se llama mandato del pueblo. Este concepto, tan claro y transparente, se lo quiere ocultar o cambiar de sentido. ¿Para qué es ese mandato? Para que se ejerza el poder y se administre el Estado.

“En el caso concreto de los medios públicos, quienes nos critican y no quieren que avance la democracia, están defendiendo un modelo viejo. Hasta hace poco, existía el Sistema Nacional de Medios Públicos, del que fui presidente por una decisión directa de la presidenta. Ahora hay un directorio mucho más amplio donde participan las primeras, segundas y terceras minorías, donde el Poder Ejecutivo nombra dos miembros, y donde las organizaciones sociales y la comunidad académica tienen su representación.

“También en eso quieren volver para atrás y plantean un retroceso. Estoy absolutamente tranquilo con mi conciencia por la construcción que estamos haciendo. La hicimos en Encuentro y esa misma línea es la que estamos desarrollando acá. Lo que molesta es que aparezca una campanita que suene distinto en un mar ensordecedor y uniforme. Lo que molesta es que esa campanita se está convirtiendo en una voz que permite abrir los ojos a un nuevo universo. Lo que molesta es la línea de pensamiento de periodistas de primera categoría como Sandra Russo, Orlando Barone o Luciano Galende.

Hay quienes señalan, otorgándole toda la connotación negativa posible, que el modelo de contenidos que el Gobierno tiene en mente para estos nuevos canales es, precisamente, el de 6, 7, 8.

—Hay un modelo de televisión pública que representa el gobierno de Mauricio Macri, con Ciudad Abierta. Y está el que estamos desarrollando nosotros con Canal Siete y con Encuentro. La comparación está a la vista y en las veintidós nominaciones al Martín Fierro. El modelo de televisión privada no es, como se dice, el de la televisión chatarra o basura: es el de la estupidización del ser humano para convertirlo en un consumidor que devore productos. Frente a eso aparece la televisión pública.

Ley de medios, condición necesaria

¿En qué incide que todavía no esté en funcionamiento la nueva Ley de Medios?

—Traba todo y me parece una verdadera barbaridad. Nuestro Congreso sanciona por mayoría en ambas cámaras una ley de la democracia y una jueza de una Cámara en Mendoza decide su no aplicación. ¿Con qué argumentos? Que no fue bien sancionada, que los elementos técnicos no fueron los correctos. ¿Qué hacen entonces? Resucitar la ley de la dictadura.

“¿Con qué mecanismos se sancionó aquella ley? Con los más viles, los que impusieron a través del terrorismo de Estado, la desaparición de personas, la muerte, la mentira. Frente a esto perdemos tiempo, pero también nos juntamos de a cincuenta mil. De lo que pueden estar seguros es de que no nos va a frenar en la construcción.

Un sector de la justicia parece ser la última trinchera de resistencia que tienen los medios más concentrados para evitar su aplicación.

—No. Tienen muchas otras. El mal siempre tiene muchas trincheras y está en todas partes. Pero soy un convencido de que tarde o temprano las ideas de justicia triunfan. Por ahí, tardan más, pero triunfan. Para mí, fue conmovedora la marcha a favor de la ley del jueves 15, por su espontaneidad y por su magnitud.

Fonte: FNDC

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